Punto de partida: Plaza de la Hospedería, lindante con Avenida de Madrid.
Descripción: Comenzamos nuestro paseo en la Plaza de la Hospedería, lindante con la Avenida de Madrid, caminando a la vera de la carretera en dirección sur (hacia Madrid).
Pasamos al lado de algunos chopos de gran porte y llegamos al trazado de la acequia, cuyas aguas salvan el asfalto a través de un sifón. Aquí tomamos la senda de la orilla derecha, abriéndose ante nuestros ojos un verdadero pasillo de vegetación originado por la humedad que aporta el agua. A partir de ahora seguiremos el recorrido de la acequia hasta llegar al final donde cede sus aguas al río Duero. Ambas orillas están orladas de chopos entre los que se entremezclan otras especies, destacando los majuelos, zarzamoras, rosales silvestres, torviscos y esparragueras en el estrato arbustivo, y los pinos, sauces, falsas acacias y algunos árboles frutales (principalmente nogales, cerezos y manzanos), en el dosel arbóreo. Algunas plantas trepadoras como la madreselva y la nueza negra (sus bayas, de este mismo color, son tóxicas) se encaraman por los troncos y ramas de los anteriores. Después de pasar una zona de claro, nos encontramos en la margen derecha con la antigua “casa del guarda de la acequia”, persona encargada de vigilar ésta y de regular el reparto de agua en función de las necesidades. A lo largo de la acequia se suceden los sifones, los puentes, las estructuras para regular y repartir las aguas, y las pequeñas compuertas, aquí llamadas “chapas”, que impiden o permiten el paso de agua hacia los “almorrones”. En un tramo del recorrido debemos cambiar de orilla, pero la senda está siempre bien marcada. La presencia de agua y la abundante vegetación atraen multitud de pequeñas “aves insectívoras”, apareciendo una u otra especie en función de la época del año en que nos encontremos. Destacan los mosquiteros, carboneros, papamoscas, petirrojos, mitos y herrerillos, apareciendo también otros grupos de aves como rabilargos, mirlos, abubillas, pitos reales y picos picapinos. Los dos últimos son “pájaros carpinteros”, aves que con su fuerte pico practican agujeros en los troncos de los árboles para nidificar. Las ranas y algunas inofensivas culebras de agua pueden sorprendernos mientras caminamos por esta hermosa senda.
Un poco antes de encontrar el primer desnivel en la acequia, salvado por medio de una estructura realizada en ladrillo, podemos observar un interesante ejemplar de sabina albar que en este lugar se encuentra en el límite occidental de su distribución provincial. Más adelante encontraremos un sifón que salva la Cañada de Las Lobas, ahora asfaltada. A partir de aquí podemos ver algunas graveras en activo y otras que han sido restauradas una vez finalizada su explotación, apareciendo en su lugar choperas de repoblación, siendo éste un tipo de explotación minera muy abundante en el término municipal. Un poco más adelante llegamos a un lugar en el que las aguas se reparten originándose una nueva acequia que sale hacia la derecha, continuando nosotros nuestro periplo de frente e iniciando un pronunciado descenso en el que merece la pena prestar atención al sonido que el agua produce al discurrir a gran velocidad. Aquí, y al final del recorrido por la acequia, en el cruce con la carretera del matadero, aparecen a nuestra izquierda sendas charcas muy interesantes para observar algunas aves acuáticas como la polla de agua, la garza real, el ánade real o el zampullín chico. También son lugares de reproducción de algunas especies de anfibios como sapos comunes o tritones. En el cruce con la pista asfaltada antes mencionada tomamos dirección a la izquierda hacia el matadero, pero antes merece la pena desviarse por el asfalto unos metros a la derecha, y coger un acceso que sale a la izquierda para acercarnos al lugar en el que las aguas de la acequia se precipitan al río Duero entre olmos, sauces y alisos.
De nuevo en dirección al matadero atravesamos algunas zonas encharcables muy interesantes hasta llegar a las instalaciones industriales. ¡Ojo!, algunos días el olor puede ser muy desagradable en las proximidades. Continuamos por el camino que sale de frente, transitando entre tierras de cultivo y dejando la Vega de Porras a nuestra derecha. Dirigimos nuestros pasos hacia unas naves avícolas abandonadas, y una vez rebasadas aparece un cruce que debemos tomar hacia la izquierda estando marcado como GR–14 (Gran Recorrido). Caminamos ahora por el pago Prado Naval entre tierras de labor, fincas y huertas hasta llegar a una pista asfaltada que se inicia en la carretera de Madrid. A nuestra derecha queda el Liceo Francés y más allá la cerca de piedra con almenas del denominado Bosque Real de Felipe II, lugar de esparcimiento del monarca. Muy cerca se encuentra el seminario menor de los Misioneros Oblatos y un poco más adelante las ruinas del Convento del Abrojo, del que quedan restos de los muros, la bodega y la Fuente de San Pedro Regalado. Pasamos el asfalto y seguimos en dirección al pueblo encarando un ascenso que nos devuelve a la cota de la acequia. Cruzamos ésta muy cerca de la casa del guarda y poco a poco llegamos a las primeras casas, giramos a la derecha por la calle Pensamiento y acabamos el recorrido en la Avenida de Madrid, muy cerca de donde lo comenzamos.